Justo después de la partida, podrás admirar las bateas que salpican la Ría de Arousa y aprender sobre el meticuloso proceso de cultivo del mejillón, base de la gastronomía local. Aprenderás sobre el proceso de cultivo de este molusco que no solo es un pilar de la economía local sino también una delicia que deleita los paladares más exigentes. Nuestro guía compartirá contigo las técnicas tradicionales y la importancia del mejillón en la gastronomía gallega.

A continuación, seguiremos navegando por las aguas de la Ría de Arousa, rumbo a Cortegada.

Tendrás la oportunidad de admirar la Malveira Grande, una de las perlas del archipiélago de Cortegada. En esta isla, se erige un ancestral cruceiro, parte del Vía Crucis Marítimo-Fluvial que acompaña a los peregrinos en su ruta por mar. Este punto emblemático del camino, visible desde el barco, conecta la espiritualidad con la naturaleza, creando un espacio para la contemplación en medio de la tranquilidad del mar. Mientras la marea susurra antiguas historias, la Malveira Grande se revela como un santuario natural y un refugio de biodiversidad que encanta y embellece el camino hacia Santiago.

Dejando atrás la frondosa isla de Cortegada, nos despedimos de las aguas de la Ría de Arousa y nos adentramos en la calma fluvial del Río Ulla. Este tramo de la Ruta Traslatio marca un cambio sutil y hermoso en nuestro viaje: las vistas se estrechan, las corrientes se suavizan y nos sumergimos en un paisaje donde la historia fluye con el río. Es un camino que se hace más personal, más introspectivo, siguiendo el mismo curso que como siglos antes lo hicieron miles de peregrinos.

Siguiendo nuestra travesía seremos recibidos por el resto de cruceiros que constituyen el Vía Crucis Marítimo-Fluvial. Una experiencia única en nuestra travesía por la Ruta Traslatio, nos lleva a un encuentro con la devoción a través de sus 17 cruceiros que nos acompañan en el camino desde la Ría de Arousa hasta el Río Ulla. Entre estos, tres cruces se erigen con especial significado, simbolizando el calvario, puntos de reflexión sobre el sacrificio y la redención.

Estas tres cruces emblemáticas, símbolos del lugar donde Cristo y los ladrones fueron crucificados, nos invitan a contemplar y a meditar. A medida que avanzamos, nos acercamos a estos testimonios de piedra, que no solo marcan un episodio religioso, sino que también son parte integral de la riqueza cultural y espiritual de Galicia. Su presencia añade profundidad a nuestro viaje.

Emergiendo como guardianes del pasado en la verde estampa gallega, las Torres de Catoira son un faro histórico que todo peregrino y viajero admira en su ruta por el Río Ulla. Estas fortificaciones medievales, protegían la entrada al Ulla y los caminos a Santiago de los asaltos normandos y se mantienen en pie como testigos del tiempo y la historia. Su presencia impregna el ambiente con relatos de valentía y legados de antiguas batallas. Al contemplarlas, uno no puede más que maravillarse ante la robustez de estas piedras que, año tras año, siguen siendo un símbolo emblemático de Catoira y un hito ineludible en la Ruta Traslatio.

Al surcar las aguas cercanas a Catoira, es imposible no quedar impresionado por la grandeza del puente del AVE, una estructura moderna que contrasta con la riqueza histórica de la región. Este puente no solo es un testimonio de la ingeniería contemporánea sino también un vínculo vital que conecta destinos a través de España con velocidad y eficiencia.

Mientras los peregrinos disfrutan de la tranquila navegación y las vistas panorámicas, el puente se alza como un recordatorio de cómo la modernidad y la tradición se entrelazan en Galicia.

Pontecesures no es solo el último puerto de nuestra travesía fluvial, sino también un punto de partida para los peregrinos que continúan su camino a pie. Aquí, donde nuestro barco atraca, los viajeros pueden sentir la proximidad de Santiago y el espíritu del Camino en cada piedra del muelle.

Al llegar a Pontecesures, nuestra embarcación se convierte en mucho más que un simple medio de transporte: es el lugar donde los peregrinos culminan su travesía por agua en la Ruta Traslatio. Mientras desembarcan, no solo llevan consigo las vivencias del viaje, sino también la posibilidad de estampar en su credencial el sello de nuestra ruta, un recordatorio físico de la experiencia vivida en el marco de su peregrinaje.

Este sello no solo representa la conclusión de una etapa única por mar, sino también el comienzo de la siguiente etapa de su camino espiritual o aventura personal hacia Santiago.